The Last of the Mohicans (1992) lo encumbró entre los compositores de culto. Su carrera desde esa fecha ha dado tumbos, algunos irregulares y otros como Merlin (1998) o Cleopatra (1999) que lo sostienen entre los pocos músicos capaces de transmitir el hedor del pasado, aunque nos llegue a través de sintetizadores y de voces irreales. Pero Trevor Jones a veces nos ha sorprendido con proyectos electrónicos como G.I. Jane (1997) que de no ser él estaríamos ante un músico pop muy cercano a las tesis de Trevor Rabin.

Aunque Trevor Jones nació en Cape City (República de Sudáfrica) el 23 de marzo de 1949 debe la mayor parte de su carrera como músico a la educación recibida en el Reino Unido. A los 17 años se le concedió una beca para cursar estudios en la Royal Academy of Music, trasladándose a Londres en 1976. Allí estudiaría piano, órgano y composición musical. Ante la proximidad de su vuelta a Africa del Sur Trevor Jones optó por solicitar la nacionalidad británica al mismo tiempo que seguía sus estudios en 1974 en la York University graduándose en Film y Media Music. Más tarde ingresa en la National Film and Televisión School. Estos últimos años de estudios los aprovechó para aprender los entresijos de la producción, dirección y fotografía en films y telefilmes, sin olvidarse de la composición musical.

Su primera partitura para el cine llega de la mano de John Boorman. Hasta ese momento había trabajado en cortos y proyectos poco ambiciosos. La película de Boorman rayaba en lo mítico y no podía ser un mejor comienzo para un compositor que desde ese momento quedó identificado como un músico especializado en temas mitológicos y místicos. La película Excalibur (1981) fue un éxito de taquilla. Curiosamente Trevor Jones se valió muy acertadamente del Carmina Burana de Carl Orff y de varias piezas de Richard Wagner para dar los precisos toques épicos al film.

En la línea místico aventurera llegó The Dark Crystal (1982) y en el género del horror The Sender (1982). Trevor Jones empezaba a encasillarse en este tipo de géneros cuando en 1986 compone Labyrinth, otro film épico-místico que lo revaloriza aun más en ese tipo de temática.

En 1992 llega su gran momento con la composición de la partitura para un film de Michael Mann, The Last of the Mohicans, por la que un año después recibiría una nominación al Globo de Oro en Venecia. Esta obra pronto pasaría a ser considerada todo un clásico. Tanto es así que Robert Townson, productor del sello Varèse Sarabande, decidió en 2000 realizar una regrabación que sería dirigida por Joel McNeely.

Seis años más tarde el jurado de Venecia volvió a acordarse de él, en esta ocasión se trataba de The Mighty (1998), un drama dirigido por Peter Chelsom bajo el supuesto encanto de Sharon Stone. En la línea compositiva de The Last of the Mohicans (1992) editaba en 1999 Cleopatra para una mini serie de Hallmark Entertainment. Esa influencia tiene matices, ya que quedaría reducida a la obertura. En Merlin (1998) en cambio Trevor Jones concibió una gran sinfonía compleja y sólida.

Aunque ha tratado la temática cómica, dramática y romántica, ésta queda muy lejos de las posibilidades de Trevor Jones y deja mucho que desear. Su aplaudida Notting Hill (1999) es regular aun tratándose en su edición comercial de dos pistas arrinconadas al final del álbum.

For Roseanna (1997) es uno de los pocos ejemplos de un Trevor Jones en la línea romántica y en G.I. Jane (1997) hizo alarde de la instrumentación electrónica. En la edición discográfica de Hollywood Records prefirieron olvidarse de ese esfuerzo por la post-modernidad y sólo se limitaron a incluir tres temas. Resulta irónico que cuanto más innovador es un compositor más se le arrincona la obra en el cajón del olvido.

Sus últimos trabajos han ahondado aun más en estas grandes sinfonías, tal es el caso de Thirteen Days (2000) y From Hell (2001) que nos recuerdan con muchos más recursos melódicos aquellos proyectos que quedaron en el baul de los recuerdos, Desperate Measures (1998).

Joan Martínez [2001-12-12]